Por Raúl Álamo

Distintos y hasta contradictorios son los refranes que le dedicamos: 'San Isidro labrador quita el agua y trae el sol', 'San Isidro labrador se lleva la lluvia y trae el sol' o 'San Isidro labrador, reparte el agua y el sol', pero todos en esta isla tenemos un reconocimiento a su figura, posiblemente por nuestros orígenes agrícolas y ganaderos.

Recuerdo con nostalgia aquellos 15 de mayo, día de la festividad de San Isidro, la mayor feria ganadera de El Hierro, y como a capela, más tarde con megáfono en mano, el gran Domingo "Pío" iba cantando los premios a los mejores ejemplares vacunos, caprinos, ovinos, equinos, ... Los de aquella época recordaremos siempre sus apasionadas intervenciones en defensa del mundo agrícola y ganadero, y aquella frase célebre en la que reclamaba la incorporación de gente joven al campo en la que decía: "Parece que nuestra juventud le tiene más miedo a la guataca que a la bomba atómica".

Para mi los llanos de Santiago era un lugar ya explorado, conocía al detalle todos los rincones de la ermita de Santiago, porque allí al lado estaba la escuela nacional en la que impartía clases casualmente mi tío Guillermo Panizo, el que fuera también alcalde de Valverde. Un pequeño salón que a nosotros como niños nos parecía grande, era la escuela alquilada, propiedad de mis inolvidables Don Alvaro y Doña Leonor, con pisos de madera que se barrían con escoba y de vez en cuando se fregaban de rodillas con cepillo y jabón lagarto, no había fregonas. Tampoco se contaba con baño, por lo que las necesidades se hacían detrás de la ermita en medio de unas piedras siempre pendientes de que nos vieran, aunque lo más recomendable era venir con las tareas hechas de casa, pero ya saben ustedes, la calidad del agua que tomábamos de los aljibes y la de los alimentos siempre originaban algún imprevisto estomacal e intestinal. Sin entrar en más detalles, la verdad es que los chicos, porque siempre fue una escuela del sexo masculino, lo teníamos más fácil para practicar cualquier evacuación.

No habían espacios deportivos, salvo el improvisado campo de fútbol de tierra en una pequeña explanada al lado del propio entorno de la ermita. Con dos piedras nos conformábamos para disponer de sendas porterías en aquel campo de juego, que más tarde y sin quererlo nos enteramos de que fue también el primer campo santo, vamos el primer cementerio de la Villa de Valverde. Nosotros los niños, con nuestra característica ingenuidad, de vez en cuando hacíamos un "chute" en el que salía un balón y hueso a la vez, pero lo llegamos a ver hasta normal, porque nadie nos dijo que no lo fuera.

Recuerdo los esperados charcos que se hacían en el cauce del barranco de Santiago cuando corría, antes muchas veces, señal de que había que llevar las botas de agua y buscar algún barquillo de esmira de pino o de madera que poner a navegar. También nuestras largas excursiones a la ermita de San Lázaro, cuando apenas habían trecientos metros entre ambos lugares, que aprovechábamos para cortar algunos tallos de hinojo.

El barranco de Santiago nos servía también de límite territorial entre las "guerras" a pedrada limpia que hacíamos los chicos del barrio del Cabo, los de Correos, los de Tesine y los de la Barriada. Aunque los conflictos afortunadamente casi siempre tenían final feliz, porque al final siempre nos llevábamos bien. Eran tiempos de estar todo el día en la calle, el único reloj de aquella zona era dos bombillas colocadas por Ramón "El Gallo", conectadas a la vieja eléctrica de Manolo Padilla, cuyo encendido indicaba la orden de vuelta a casa.

Serían historia interminables, pero hoy les voy hablar del patrón de Valverde, de San Isidro Labrador, de aquellas ferias ganaderas en las que las botas de vino corrían sanamente de boca en boca y mano en mano, en medio de discusiones encendidas sobre la calidad de los animales expuestos. Aquellos tratantes de ganado, entre ellos recuerdo a mi querido Genaro Padrón, que hacían aquellas ventas improvisadas con el fajo de billetes en el bolsillo en medio del propio barranco de Santiago, sin documentos ni firmas, solo la de la palabra dada. Mi mayor ilusión es que mi padre me subiera a lomos de un burro o caballo, o acariciar con cierto miedo aquellas imponentes ubres de las que salía ese líquido blanco que tomábamos todos los días y cuyo nombre era leche.

Hoy la feria ganadera de San Isidro no es lo que era. Sigue siendo una festividad marcada en el calendario como fiesta local en Valverde, con bailarines, con ventorrillos, con música y actuaciones, .... pero creo que coincidimos muchos que ha ido perdiendo su esencia original, la que la inspiraron las costumbres de los viejos, y las que nos dice el Baile del Santo que "no deben de abandonarse". No se trata de no reconocer el esfuerzo de instituciones, grupos, padres y madres y distintos voluntarios a organizar distintas actividades culturales y deportivas porque todo suma; se trataría en todo caso de revisar y explorar la historia e intentar rescatar todo aquello que formo parte de esta feria y que ha caído en el olvido.

La presencia de los animales, antaño servía para establecer negocios entre los ganaderos donde podían comprar y vender desde un burro o una vaca hasta una oveja o una cabra. Hoy esta feria, tiene un carácter más expositivo y son premiados los mejores ejemplares de ganado de cada especie. Desde el año 1952 en que el Cabildo Insular dispuso la concesión de premios a las mejores reses que participaban en la exposición. Ya lo dije antes, no podríamos hablar de la “Feria de San Isidro” sin recordar la figura inolvidable vecino que fue, de El Hierro y del barrio del Cabo, Domingo Padrón “Domingo Pio”, quien durante décadas fue el alma de esta feria.

Seguramente si Domingo "Pío" estuviese con nosotros nos haría alguna sugerencia al respecto a tener en cuenta. Siempre en mi recuerdo maestro.

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